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El verano de 1941 lo pasó André Gide en la Costa Azul, junto a su hija Catherine, que acababa de cumplir dieciocho años. Gide se empeñó ese verano en contagiar a Catherine su afición a la Biblia, y con este objeto se puso a releer algunas de sus partes. El 10 de agosto anota en su Diario: “Estoy releyendo, para Catherine, el Génesis, y esta tarde el Eclesiastés y el Cantar de los Cantares. Desde luego, en estas dos últimas obras hay repeticiones (en el Cantar son armoniosas) y partes huecas; pero también, y, sobre todo, páginas de tal belleza,…
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