Publicidad
Recuerdo haber leído, hace ya mucho tiempo, que la corrupción es como una bola de nieve: una vez que comienza a rodar, tiende a crecer. Había abierto un libro –que más tarde supe que estaba dedicado a los aforismos– de un autor de apellido Colton. Era todavía niña pero desde pequeña me metía a la biblioteca de casa y en cuanto hallaba un libro que me llamaba la atención, me sentaba en la alfombra y trataba de encontrar la historia que había adentro, el sentido que tenía. Qué significaba aquello. Corrí a preguntarle a mamá –papá debe haber estado reporteando o escribiendo ya en El Imparcial –qué era eso de la corrupción y por qué el autor la asociaba con la nieve, aquella desconocida que tanto anhelaba encontrar. Mamá me explicó que una bola de nieve, si se tira por la ladera de una colina, va recogiendo sobre sí misma
Publicidad
Publicidad