Visto lo visto, cada uno a su manera, todos o la mayoría de nosotros debemos habernos sorprendido asaltados ante la idea de que los arreglos racionales de una política fundada sobre la planificación, el orden y la ley sirven de muy poco o de nada en absoluto. Se nos ha intentado enseñar que la vida debe vivirse dentro de los márgenes de un orden que garantice la convivencia, que de todo se puede hablar, que el diálogo siempre es posible como una instancia inclaudicable e irrenunciable; sin embargo, después de los acontecimientos recientes, al menos en Guatemala del 2015 para acá, puede comprobarse que ni siquiera el diálogo solitario del hombre con su propia voluntad es algo de lo cual cabe esperar grandes cosas. Como padres, hijos, maridos, profesionales, patronos, asalariados, ciudadanos a la mayoría de nosotros nos conduce una razón que, en términos generales, es medianamente y más o