Desde que Leonardo de Vinci pintó La Gioconda, desde que Niccolo Machiavelli escribió El Príncipe, desde que Cristóbal Colón descubrió América, desde que Miguel de Cervantes escribió Don Quijote, desde que Galileo Galilei observó las estrellas, desde que René Descartes diseñó el plano cartesiano, bien puede decirse, así sea en términos muy generales, que el buque insignia de la cultura de occidente se llama libertad. Los afanes y anhelos que han movido y conmovido al hombre moderno han sido, en su totalidad, por la emancipación, por la liberación. Sin embargo, esta tendencia predominante y perdurable ha tenido su contrapunto, cuyo rostro más visible bien puede ser el colonialismo, que ha servido, por un lado para difundir y expandir la civilización occidental, pero también, por otra parte ha servido para renovar y revitalizar los deseos de emancipación. Así como el cristiano quiso liberarse de un clero opresivo y corrupto mediante el