Grandes esperanzas
Por Sergio Ramírez
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Por Sergio Ramírez
Todo parece una burda trama de mafiosos de barrio que por torpeza se cuidan poco las espaldas, como que tienen un teléfono al que pueden llamar los interesados en negociar el contrabando de mercancías en las aduanas. Pero no se trata de una banda formada por codiciosos burócratas de segunda, que se meten al bolsillo unos cuantos miles a costas de lo que debería percibir el erario nacional. Son millones de millones los esquilmados en impuestos de importación, al punto de descalabrar las finanzas públicas. La red de delincuentes es de tan alto nivel, que la encabeza nada menos que el Presidente de la República, al que en su argot llaman el número 1, o el mero mero, o el dueño de la finca; y la vicepresidenta, la número 2, se ocupa de manejar el día a día del negocio. Ambos perciben una mitad de las ganancias, y se lo
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