“Confutatis maledictis, flammis acribus addictis…”
¿De qué manera una crisis social, política, vivida como un creciente sentimiento de confusión, de no saber exactamente qué está sucediendo, pasa a la reflexión filosófica?
Publicidad
¿De qué manera una crisis social, política, vivida como un creciente sentimiento de confusión, de no saber exactamente qué está sucediendo, pasa a la reflexión filosófica?
Durante siglos, el pensamiento occidental se ha planteado el problema de la claridad o la ambigüedad del lenguaje filosófico. La lógica aristotélica podría considerarse una forma de clarificar el vocabulario, el método y las estrategias de argumentación de la metafísica académica del último Platón. Plotino, por su parte, ya en los años de Roma, imaginariamente retorna a los últimos días de la Academia Platónica e introduce una crítica de la lógica aristotélica con la postulación del Uno como el vacío fundamental de la tabla categorial. De ese modo, devuelve el debate filosófico al territorio del a priori. Muchos siglos después, cuando Santo Tomás de Aquino estaba ya de vuelta en París, después del tiempo que vivió en Colonia junto a San Alberto Magno, tiene que enfrentar el problema de las pruebas de la existencia de Dios y lo hace introduciendo una crítica a la metafísica de las ideas innatas como
Publicidad
Publicidad