El año 1996 marcó para muchos guatemaltecos el fin del conflicto y la posibilidad de dejar atrás los horrores de la guerra. Aunque el supuesto reordenamiento de la posguerra nos mostró todo lo contrario, que “el fin” solo era una progresión de ese pasado, hubo más de un proyecto que se empeñó en borrar nuestra memoria. En la práctica cotidiana llegamos a manejar con cierta naturalidad semejantes contradicciones, pero la verdad es que sigue siendo difícil comprender la dimensión exacta de las implicaciones que acarrea minimizar –graciosamente– su importancia. Nos encontramos en una época de revueltas ciudadanas, protagonizadas desde sus inicios por muchos artistas, en la que hablar de política y arte es un acto reivindicativo que no se daba desde el festival Octubre Azul. Pocos días después de la primera manifestación pública #RenunciaYa, fui invitada a participar en un conversatorio sobre la relación arte y política. Durante el