El desarrollo de las inteligencias artificiales que generan imágenes se aceleró con la creación de ImageNet, una base de datos de imágenes etiquetadas, es decir, catalogadas mediante palabras clave.
En 2018, un colectivo francés llamado Obvious (evidente en español) vendió una obra por más de US$400,000, explicando que había sido “creada” por una inteligencia artificial.
La venta generó controversia cuando Obvious reconoció haber utilizado el algoritmo de un artista y programador estadounidense, Robbie Barrat.
“La razón por la que la obra de Obvious se vendió, sobre todo a ese precio, es en gran parte porque se anunció como la primera obra creada por una inteligencia artificial vendida en una gran casa de subastas”, dice Spratt.
“En realidad, era el mercado del arte experimentando con la oferta de una obra de arte producida por una inteligencia artificial en consonancia con los cánones del sector”, explica Spratt.
En ese momento, había mucho interés en acercar el arte y la tecnología, pero la crisis del sector tecnológico enfrió ese entusiasmo.
Grandes casas de subasta como Christie’s o Sotheby’s crearon plataformas distintas para vender estas obras digitales.
“Es como si no quisieran mancillar el arte con estas nuevas exploraciones digitales”, opina Spratt.
Y los críticos de arte todavía deben ponerse al día para aprender a distinguir lo bueno, lo malo o lo mediocre, añade.
“Desgraciadamente, el discurso sobre el arte creado por inteligencias artificiales aún no está listo, pero creo que está en camino, y debería surgir del ámbito de la historia del arte”, insiste Emily L. Spratt.