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Marco Augusto Quiroa, escribió que: “Un día, con una mano señaló la pintura ‘Puente de Los Chocoyos’ y con la otra confirmó los pistos que llevaba en el bolsillo. Lo quiero, dijo más serio que un revólver y se acercó a leer los versos escritos en una esquina: ‘Bajo el puente centenario/de hiedras y calicanto/pasa el agua, pasa el tiempo/y hasta cristo el viernes santo’. Le tuve que retorcer el brazo para que lo aceptara, como una prueba de amistad. El día que llegó con ‘La Patria’ en una bolsa de papel manila, hablamos del pasado metido en esa cárcel de papel y tinta, del presente pródigo en represión y exilio, y del futuro que alumbraba el proyecto revolucionario. Cuando me asomé a la ventana del quinto piso, lo vi cruzar la sexta calle rumbo al Peladero y los zanates del Parque Centenario, se arreglaba el cuello de la chaqueta
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