Retratos de una Guatemala sin tiempo
El Museo Nacional de Arte Moderno expone una serie de piezas paisajistas. Vienen de su pinacoteca.
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El Museo Nacional de Arte Moderno expone una serie de piezas paisajistas. Vienen de su pinacoteca.
En la Guatemala de 1937 Humberto Garavito se enfrenta al vacío. Tiene frente a él un lienzo en blanco, al que mira con fijación. En su mente no hay espacio para la nada: Desde su imaginación ya están trazadas las líneas de lo que serán las gradas, las columnas, el campanario y la cruz atrial de Santiago Atitlán. Por medio de sus pinceles, Garavito graba en la pintura y la memoria colectiva un paisaje digno de un país idílico. Hoy, 80 años después, la iglesia de Santiago sigue casi tal cual el artista la pintó. Es uno de los pilares de la corriente paisajista en el país.
En las décadas siguientes varios artistas más encararon la tarea de esbozar la realidad por medio del paisaje. Algunos con un carácter más detallado y real, como Alfredo Gálvez Suárez. Otros, como Jaime Arimany o Hilary Arathoon, lo hicieron desde la perspectiva de la experimentación y la vanguardia. De esa época quedan varias obras pictóricas, muchas de ellas en colecciones privadas y otras en la pinacoteca del Museo Nacional de Arte Moderno Carlos Mérida. Estas últimas son objeto de exposición temporal, gracias a la muestra Paisajismo e indigenismo guatemalteco: revisión de un pasado presente. Está expuesta durante junio y julio en la sede del museo (zona 13).
Por medio de las distintas obras se puede conocer una Guatemala sin tiempo. Escenas de lagos, volcanes, ruinas y vegetación están presentes. También hay cotidianidad, como en Lavanderas de Amatitlán o en las piezas de Gálvez Suárez. Más de 15 piezas conforman la muestra, reflejo de un país según su contexto particular. Algunos paisajes ya no existen. Otros, como Santiago, se sostienen en el tiempo… a pesar de todo.
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