Viajar es vivir
Lado b
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Lado b
“Viajar ha dejado de ser divertido”. La frase pertenece a Susan Sontag, y se la dijo a Bárbara Probst Solomon durante un vuelo trasatlántico. Palabras que uno imagina resultado del cansancio o del agobio, aunque, viniendo de una de las más ilustres viajeras de la segunda mitad del siglo XX, no dejan de ser perturbadoras. Hasta los años ochenta –es decir hasta el momento en que el globo terráqueo dejó de ser un conjunto de lugares en la medida de lo posible diferenciados y fue convirtiéndose paulatinamente en una cadena interminable de hoteles, resorts, malls, cajeros automáticos y restaurantes de comida basura– viajar, según los entendidos, tenía mucho que ver con la aventura. El mundo era un lugar para explorar y descubrir, repleto de costumbres insospechadas. Montarse a un bus o a un avión era marcharse hacia lo desconocido. Aquellos que llamábamos trotamundos, y hasta los agentes viajeros, tenían cierta
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