El relojero de la esquina
SOBREMESA
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Don Hilario, el relojero, vivía a la vuelta de la iglesia, en la Calle de los Pasos, en una casa pequeña de cuartos destartalados y húmedos cubiertos por teja, con vista a un corredor de piso de barro y a un patio de tierrita amarillenta con arriates colorados donde crecían salvajes docenas de lirios blancos, un rosal agradecido y un palo escuálido de naranja agria. Vivía con su hermano, un señor bigotudo, corpulento de pecho que se sonaba constantemente las narices porque le picaban, llamado don Chus, trompetista de la banda Marcial de la Antigua, y una hermana solterona, flaca como paleta de palo, quien, igual que ellos, se había quedado para vestir santos debido a que nunca les alcanzó el tiempo para otros menesteres que no fueran los ajetreos del trabajo diario para ganarse el sustento, sumado, a las exigencias constantes de la madre que se había quedado tullida
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