La aventura de los armarios
SOBREMESA
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Nuestras casas urbanas coloniales y republicanas contaban siempre con armarios, roperos, aparadores y arcones como parte del mobiliario de almacenaje de la casa. Además, las llamadas alacenas y repisas, en donde se acomodaban las piezas y utensilios de loza, barro, vidrio, porcelana y china tan importantes y valoradas en la vida doméstica. De allí, una mención especial para las famosas y tan guatemaltecas “chineras”, escaparates en donde se atesoraban o atesoran los más pequeños, memorables y queridos haberes de la casa: la tacita de china en donde tomaba la leche la difunta abuela cuando era pequeña; la colección de cucharitas de té; los novios de celuloide que adornaron el pastel de boda o la dulcera ovalada, última sobreviviente del servicio de china, adornada con ramitos de rosas en la orilla, en donde se servía la compota dulcísima de membrillo. No fue sino hasta mediados del siglo pasado cuando se implementaron
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