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La mayoría de los restos de loros y guacamayos, momificados o no, residen en museos. El equipo visitó colecciones en el norte de Chile durante casi tres años para observar una amplia gama de lo que se había encontrado.
Los responsables explicaron que una equivocación en la identificación propició que el 13 de enero se certificase el fallecimiento de una mujer, aunque equivocadamente se le asignó la identidad de su compañera de habitación. Los familiares realizaron el entierro y, por razones de seguridad, nunca pudieron abrir el ataúd.
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